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15 de mayo de 2015

"ADIOS EMANUEL""
Por Beto Ramos.
Desde el dolor. No existe otro lugar posible hoy, para escribir estas líneas.
Como muchos, Emanuel Ortega, nacido en Perico, Jujuy el 21 de febrero de 1994, dejó su ciudad natal a los 14 años, para venir a probar suerte a Buenos Aires. La pensión del Club Atlético Banfield fue su casa desde aquél entonces, hasta el 4 de mayo pasado, cuando desde Monte Grande, donde estaba residiendo últimamente, partió hacia Burzaco, para jugar un partido más. No sabía que iba a ser el último. Como nadie lo sabía.
A préstamo del Taladro donde no iba a tener lugar en los planes de Matías Almeyda, fue a foguearse al recientemente ascendido a la C, San Martín de Burzaco, donde cuerpo técnico, compañeros y dirigentes lo recibieron muy bien, haciéndolo sentir como en su casa. Y el pibe supo aprovechar la chance. Enseguida nomás se ganó la titularidad en el equipo de Cristian Ferlauto, hasta que una jugada fatal, le cortó sus sueños de triunfar en el deporte que tanto amaba. Pero Emanuel tampoco sabía que ese 4 de mayo, que quedará tristemente en la historia del fútbol argentino, iba a ser el final en una cancha, y el comienzo de la pelea más brava y más difícil que iba a empezar a vivir por un lapso de nueve días. Su cabeza contra el paredón, la preocupación, la ambulancia, el Hospital Meléndez primero y el Sanatorio Mitre después, fueron lo grandes protagonistas de la historia. La lucha de él mismo y al de los médicos, fue denodadamente increíble hasta el último minuto de su vida. Sus papás, que viajaron primero desde Jujuy, y luego sus hermanas, fueron testigos del apoyo incondicional que iba recibiendo minuto a minuto Emanuel de parte de los dirigentes y compañeros de San Martín, como así también de la gente del club perteneciente de su pase.
Las redes sociales explotaron y las cadenas de oraciones se multiplicaron en pos de colaborar en la mejoría del lateral derecho que, como ya lo había escrito allá por el 3 de julio de 2012, a las 20.35 horas, dejó la vida en la cancha.
Acaso en la soledad de la pensión, tan lejos de su familia y sus afectos, pero en pos de un sueño, Emanuel escribía esto: “Capaz no llegue a jugar profesionalmente al fútbol, capaz si, pero amateurmente. Cuando voy a cada pelota voy a morir, cuando mis piernas dicen BASTA, mi corazón dice SEGUI. A diferencia de los profesionales, cuando se me rompen los botines no los cambio. Paso noches agregándolos, pegándolos, para poder seguir jugando, porque es lo que amo. El fútbol es mi VIDA, no solo un pasatiempo, es lo que me hace olvidar de todo y por el que daría la vida. El día que no pueda jugar más, ahí termina mi vida”. Escalofriante verdad?, vaya si cumplió el pibe. Dejó su vida en el último partido que le tocó jugar.
Quienes venimos hace muchos años cubriendo fútbol Infanto-Juvenil, sentimos una consternación tremenda, como cada vez que nos toca vivir algún hecho lamentable. Hoy fue un Apia de muchas palabras, de muchos medios, que incluso no están nada acostumbrados a seguir de cerca de las divisionales menores, y quizá no sepan que pasan muchas cosas, muchas… Igualmente, creo que este no es el momento de ponernos a analizar lo que por ahora no tiene sentido. El parate del fin de semana quizá sirva para algunos replanteos. Principalmente de los protagonistas digo, ya que la vehemencia con que se está jugando es llamativa y todavía hay que dar Gracias a Dios por no tener que lamentar lesiones graves producto de choques de cabeza, patadas arteras, codazos y demás.
De todos modos, estas palabras sólo van dirigidas a una persona que se nos fue, pero que su recuerdo quedará por siempre en el predio de Luis Guillón y en el Francisco Boga, donde Emanuel pudo, durante siete años, hacer lo que mas amaba en la vida. Jugar al fútbol.
Que en paz descanses pibe, y GRACIAS por la lucha buscando zafar de este duro golpe que nos sume en la más profunda tristeza.
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